No conozco de forma directa la labor que realizan las personas que trabajan en las residencias de ancianos, pues hasta ahora no he tenido familiares directos ingresados en ellas, pero no me cuesta mucho imaginármelo. Atender a personas mayores, muchas de ellas muy mayores, muchas dependientes, y otras muchas altamente dependientes, con hábitos distintos, y que se han de adaptar a unas normas de convivencia comunes, no parece que sea un trabajo fácil ni un trabajo de esos a los que uno se va acostumbrando y lo termina haciendo de manera rutinaria. Me consta que la mayoría de los internos dicen estar a gusto, que a muchos le ha mejorado la vida respecto a su situación anterior, y hasta consideran que le tratan con cariño, un plus en el que el trabajador pone de su parte más de lo que exigen los convenios colectivos. Pues bien, en este periodo de pandemia al que se ha sucedido una declaración de alarma sanitaria y unas medidas de aislamiento para evitar la propagación del virus COVID 19, si en alguien he pensado, y que me perdonen los demás, es en el personal de las residencias de personas mayores. Creo que han estado expuestos a la enfermedad como nadie, por atender a una población de riesgo, y por los escasos medios de protección con los que han contado, y estoy seguro han empatizado con el sufrimiento de unos enfermos a los que le une una relación en muchos casos larga en el tiempo. Supongo que los trabajadores de las residencias de ancianos tienen unos salarios más bien modestos, y que sus derechos laborales no son los propios de colectivos privilegiados, y aún así no han entrado en pánico y han abandonado su puesto de trabajo en un “sálvese quien pueda”. ¿Los demás lo hubiéramos hecho?. Me refiero si los demás, los que nos hemos atrincherado en nuestras casas, hubiéramos seguido trabajando en una residencia de ancianos rodeamos de enfermos con el virus, para conservar un puesto de trabajo, quizás temporal, no demasiado bien retribuido. Por eso me tienen impresionado, por eso creo que son de los colectivos que merecen un reconocimiento que todavía no se le ha hecho.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 3 de abril de 2020.