RUSIA Y EL TOCINO

El conflicto mundial que se ha desatado con las revueltas políticas en Ucrania y la entrada en escena de la todopoderosa Rusia, tendrá serias consecuencias en todas las partes del mundo y en particular en España como parte de la Unión Europea

RUSIA Y EL TOCINO
 
El conflicto mundial que se ha desatado con las revueltas políticas en Ucrania y la entrada en escena de la todopoderosa Rusia, tendrá serias consecuencias en todas las partes del mundo y en particular en España como parte de la Unión Europea. A un conflicto de este tipo, tanto si se queda en cruce de declaraciones como si se lleva al extremo y se terminan disparando las armas, siempre se le responde con embargos y represalias comerciales. Unas represalias comerciales que incluso antes de producirse ya están teniendo consecuencias en las materias primas agrícolas y ganaderas, cuyos mercados, hoy día, son casi tan miedosos como los mercados de capitales.
 
En los últimos años España se ha convertido en un país exportador  de productos agroalimentarios, sobre todo de aquellos en los que somos excedentarios y donde podemos presumir de una calidad excepcional, como ocurre con los derivados cárnicos, los vinos, el aceite y las frutas y hortalizas. Ni que decir tiene que antes de exportar hemos sido importadores  y aquí han entrado muchos cereales y productos lácteos, por poner algunos ejemplos. Las relaciones comerciales en materia agroalimentaria con Ucrania y  Rusia son muy importantes por la propia dimensión geográfica y política de ambas potencias, y porque la Unión Europea mantiene con ambos acuerdos preferenciales. Es más que probable que si el conflicto sigue, y sobre todo si se decretan embargos, que se resienta al alza el mercado de cereales. Rusia se ha convertido en un gran importador, por ejemplo, de productos del cerdo, por lo que  nuestra industria tendrá que buscar nuevos mercados que sustituyan el destino de sus envíos. Como ejemplo anecdótico, en Rusia se comen las miles de toneladas de tocino que sale de las industrias chacineras de Salamanca, o por no ir más lejos, de Soto de la Vega. Ese tocino que  las nuevas generaciones de españoles no han probado nunca y que las viejas generaciones lo tienen prohibido por el médico, es un manjar para los rusos que combaten así el frío a un precio razonable.
 
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 7 de marzo de 2014,