Nunca entendí el interés que tenían algunas comunidades autónomas, sobre todo las más nacionalistas, en mantener los procesos electorales en fechas distintas a aquellas otras elegidas para los comicios municipales, nacionales o europeos. Podíamos intuir que huían del riesgo a perder protagonismo, a perder visibilidad, a perder influencia, y visto lo que está ocurriendo con el proceso convocado en Castilla y León, va a ser que tenían razón. No voy a entrar en las razones que tuvo Alfonso Fernández Mañueco para disolver las Cortes de Castilla y León y convocar proceso electoral para el 13 de febrero, pero lo que es indudable es que se ha hablado de esta comunidad autónoma más que nunca, y  que jamás hubo tantas miradas puestas en lo que está pasando y va a pasar en la gobernabilidad de esta tierra. La relevancia que está teniendo y que va a tener este proceso electoral en Castilla y León, con su lectura en clave nacional, hace que cada día estemos en el foco de atención de los medios de comunicación de toda España, y que los líderes autonómicos de los partidos con más posibilidades de éxito electoral pasen a ser caras conocidas por muchos españoles a los que hasta ahora le eran totalmente indiferentes. Llegado hasta aquí, bueno será que la formación de nuevo gobierno resulte fácil para el que obtenga la mayoría y que no tenga que hacer concesiones de las que no se pueden contar, y que el programa de gobierno responda a la oferta que en los próximos días se va a hacer a los electores. Mal asunto si después del día 13 de febrero se sigue hablando durante mucho tiempo de Castilla y León en los medios de comunicación nacionales, porque ello significaría dificultades para conformar gobierno, y consecuencia de ello pactos en los que a buen seguro no todo lo que se ponga encima de la mesa va a ser por el bien de los leoneses y los castellanos. En todo caso el tributo que vamos a pagar en estas elecciones es que se va a hablar más de lo de fuera que de lo de dentro, cuando a muchos el detalle –el consultorio del pueblo- nos importa más que las grandes líneas geopolíticas.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 14 de enero de 2022.