La Unión Europea es una obra maestra

Esta Europa en la que estamos, la antítesis a un nacionalismo localista y excluyente que ocupa la vida política y mediática de nuestro país, es un proyecto común también, y sobre todo, en materia agroganadera.

José Antonio Turrado. Secretario General de ASAJA Castilla y León

Cuando utilizo el traductor de Google para saber qué ocupa y preocupa a las organizaciones agrarias del resto de Europa, corro el riesgo de que una mala traducción me pueda confundir en los análisis. Me suele crear dudas. Recientemente leía una noticia con motivo de la presencia del presidente del COPA, Albert Jan Maat, en la reunión de la Junta Directiva del sindicato alemán DBV. Se deshizo en elogios hacia una Unión Europea de la que dijo es una “obra maestra” de la que todos podemos estar orgullosos. Habló de ella como una de las entidades más estables política y económicamente en todo el mundo, y puso también como ejemplo el peso de su moneda, el euro. Dijo el dirigente agrario que para las asociaciones, las empresas y la sociedad, es una tarea importante trabajar para mantener la cohesión social y la economía competitiva como pilares básicos de esta comunidad de la que voluntariamente formamos parte. Sencillamente esta vez la tecnología, el traductor de textos, hizo bien su trabajo y comparto el análisis del presidente del COPA.

Si escribo esto en el mes de enero, cuando pocos meses atrás se ha aprobado una nueva reforma de la PAC que, aunque más restrictiva en el presupuesto satisface en gran parte nuestras aspiraciones, y cuando hemos cobrado las ayudas, o parte de ellas, del ejercicio 2013, estoy seguro que la mayoría de los agricultores y ganaderos de Castilla y León respaldamos lo dicho. Y lo respaldamos porque apuntamos a más Europa si desde allí se siguen atendiendo buena parte de nuestras necesidades cuando desde el Gobierno y desde la Junta de Castilla y León se suprimen presupuestos y líneas de apoyo al campo. Es evidente que, con unas estructuras consolidadas y unos presupuestos que han ido a menos y apenas suponen el 0,5 por ciento del PIB de la Unión, la agricultura europea está entre las más competitivas del mundo. A pesar de las muchas decisiones equivocadas y los muchos pasos en falso que se han dado en estas largas décadas de política agraria común, el balance final es de un claro éxito al haber conseguido que el sector agrario haya encontrado su sitio en la economía y la sociedad europea, que sea un sector pujante, y tenga la vista puesta en los mercados internacionales como corresponde a una gran potencia agroalimentaria mundial.

Esta Europa en la que estamos, la antítesis a un nacionalismo localista y excluyente que ocupa la vida política y mediática de nuestro país, es un proyecto común también, y sobre todo, en materia agroganadera, y lo es a pesar de que hay desequilibrios territoriales y de que las condiciones de la adhesión siguen teniendo consecuencias no deseadas varias décadas después. Las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán en la próxima primavera, es un buen momento para hablar de más Europa y para defender una política agraria común que dé estabilidad a largo plazo, que sustente una pujante industria agroalimentaria, que responda a las demandas de un consumidor cada vez más exigente y que dinamice el abandonado y envejecido medio rural. Una Europa más solidaria entre regiones, entre ciudadanos y entre agricultores.

Lástima que para profundizar en el modelo europeo y agrario del futuro, los partidos políticos no pongan en sus listas a los mejores, a quienes tengan ideas, compromiso y ganas de trabajar. La experiencia es que nos despacharán con unas listas electorales de mediocres, de acomodados a los que quieren premiar con un sillón en Bruselas, y en lo que a nosotros atañe, políticos que no tienen ni idea de agricultura y ganadería ni voluntad de aprender.