El productor debe llegar a la cesta de la compra

Celedonio Sanz Gil. Periodista especializado en temas agroganaderos

La enorme profundidad y transcendencia de la actual crisis agraria está haciendo que todos los responsables del sector se cuestionen las actuales estructuras organizativas, que están resultando totalmente ineficaces. Ni los contratos prefabricados con la industria transformadora o las cooperativas, ni los acuerdos marcos interprofesionales que plantean las autoridades nacionales, ni los mecanismos de intervención de la PAC, que ponen en marcha los responsables de la UE, están sirviendo para cortar una sangría que dura ya más de dos años y que no parece tener fin.

En Francia los responsables políticos plantean la puesta en marcha de nuevos tipos de contratos para la leche que incluyan una escala de precios, dependiendo de las circunstancias del mercado mundial y la evolución de los costes de producción. Por otro lado, el comisario de Agricultura de la UE, totalmente desbordado, afirma que está dispuesto a aceptar cualquier propuesta, pero eso sí, siempre que se incluye en el marco jurídico de la PAC, que no sobrepase el presupuesto actual y que sea apoyada por una amplia mayoría de los países miembros, lo que hace prácticamente imposible una actuación eficaz y decidida.

Lo cierto es que ahora mismo nadie sabe qué hacer, nadie sabe cómo se podrá salir del atolladero porque van pasando las campañas y ni el tiempo ni la situación internacional ni la autogestión de los productores ni la actitud de los consumidores está ayudando. Es tiempo de valientes, pero aquí solo aparecen mensajes temerosos y personajes caducos.

Hasta ahora, al final, las crisis agrarias se solucionaban de verdad al año siguiente, por el lado de la oferta, cuando agricultores y ganaderos bajaban su producción a causa de los malos precios cobrados la temporada anterior, muchas explotaciones se quedaban por el camino y cerraban, los jóvenes buscaban otras salidas, y se iniciaba un nuevo ciclo alcista que llevaba la tranquilidad a los que habían logrado sobrevivir. Hoy ese factor de corrección no se produce por cuestiones internas y externas.

 

Más producción

En primer lugar, en el campo europeo ya son tan pocos que es muy difícil que se vayan más, apenas se alcanza el cuatro por ciento de la población activa en los principales países comunitarios, y los que persisten son tan buenos, tan eficaces, que año a año, con idénticos recursos, aumentan su producción. En este sentido es paradigmática la situación de los dos sectores en los que más claramente se visualiza la crisis actual: el vacuno de leche y la carne de porcino. En ellos, como no tienen cuotas de producción que coarten la iniciativa de los ganaderos, los pocos productores que quedan en España aumentan la modernidad y eficacia de sus explotaciones para no perder su hueco en el mercado algo que les condenaría definitivamente, y buscan salidas para sobrevivir ajustando los costes de producción.

Por otro lado, en el mercado agrario mundial se cuenta con el mayor volumen de reservas alimenticias de la historia. Una situación propiciada por ese aumento de la eficacia de todos los productores a nivel mundial y por el freno en la demanda de los denominados países emergentes, desde China a Rusia, India o Brasil. De esta forma, con la apertura y la interconexión de los mercados mundiales es muy fácil y barato obtener cualquier producto de cualquier lugar del mundo en cualquier época del año. Algo que está acabando con los mercados de temporada y de proximidad, y que se ve favorecido por la uniformidad impuesta en la alimentación mundial.

Algunas campañas publicitarias siguen buscando sabores tradicionales, pero lo cierto es que cada vez más comemos las mismas cosas, con la misma preparación y hasta con las mismas marcas en todos los lados.

Todo esto, contando con que más de 800 millones de personas en el mundo que pasan hambre porque no pueden pagar el precio de los alimentos, aunque sigan bajando.

Crisis crónica

En toda Europa los agricultores y ganaderos multiplican sus protestas, siempre con Francia a la cabeza. En la ganadería la crisis amenaza con convertirse en crónica y en los próximos meses los cereales pueden dar un golpe tremendo a la renta agraria porque siguen registrando continuas y pronunciadas caídas en los precios con la nueva cosecha a la vuelta de la esquina, y algo parecido puede suceder con las frutas y hortalizas.

Ante situación de pasiva decepción de los responsables agrarios nacionales y comunitarios, las miradas se vuelven a las empresas de distribución, que son el último eslabón de la cadena alimentaria, y a las que se le exige que acaben con la venta a pérdidas, con las productos reclamo, y que no se multipliquen por diez o por cien los precios que se pagan al productor cuando llegan al consumidor.

Resulta muy fácil culpar a estas empresas de todo, solo por buscar la satisfacción de sus clientes, que somos todos, y son el fin y los culpables últimos de su existencia, y procurar obtener el mayor beneficio, que está en la base de todos los planteamientos empresariales.

Estas empresas no mantienen una Política Agraria Común mastodóntica e ineficaz, que cuenta hoy con más funcionarios que productores, y que es incapaz de dar soluciones rápidas y concretas, como exigen en estos momentos unos mercados cambiantes, mundiales e interconectados al minuto. 

Está muy claro que el productor que quiera sobrevivir tiene que salir de su refugio del campo y la granja y llegar al consumidor. No a la primera transformación, no, debe cerrar el círculo y llegar al consumidor. Por las vías que sea, por venta en Internet por contratos con las industrias de distribución, con la creación de una marca propia, como sea, pero poner el producto en la cesta de la compra de “su” consumidor.

Hoy el agricultor y ganadero no debe producir para lograr subvenciones. Hay que usar las subvenciones para seguir mejorando y modernizando su explotación, para rejuvenecer el sector.

Algo muy difícil con Administraciones como éstas, que cuando los productores luchan día a día, minuto a minuto, por sobrevivir, en la informatizada sociedad actual, con casi cuarenta años de gestión de la PAC, son capaces de retrasar meses solicitudes y pagos por “fallos en el sistema informático…”, sin que nadie dimita ni se le caiga, al menos, la cara de vergüenza.

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