Hay que atar los costes

Con el inicio del año, la preocupación de la mayoría de los agricultores y ganaderos es afrontar las compras de la explotación con unos costes sostenidos. El dinero que no se gasta innecesariamente es el primero que se gana

José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León

Con el inicio del año, la preocupación de la mayoría de los agricultores y ganaderos es afrontar las compras de la explotación con unos costes sostenidos. El dinero que no se gasta innecesariamente es el primero que se gana, por eso es importante que los abonos no se paguen por más de lo que valen, que las semillas y fitosanitarios no incrementen el precio si no hay razones de mercado para ello, y que los carburantes y la electricidad no tenga una factura tan elevada que nos saque del mercado por no ser competitivos.

Lo que suena ahora es el abono, principal desembolso en la agricultura de regadío y uno de los más importantes también en la de secano, porque aun siendo cierto que ellos ya pagaron el abono de sementera, queda ahora echar el nitrogenado. Y no es normal que las cotizaciones de los abonos, y en particular los nitrogenados, sigan subiendo, porque la única razón de peso que a uno se le ocurre es la especulación y el uso de la posición de dominancia en los mercados. Y si bien es cierto que el gasóleo agrícola está bajando, no es menos cierto que lo hace a un ritmo mucho más lento de lo que lo está haciendo el barril del petróleo en los mercados internacionales, por lo tanto, alguien, seguramente las petroleras y en menor medida los distribuidores, se está lucrando más allá de lo legítimo.

Y si nos vamos a otra fuente de energía importante para la agricultura, como es la electricidad, aquí sí que no hay motivo alguno para el optimismo, pues las eléctricas seguirán cobrando por una potencia que necesitamos contratar pero no usamos, y el Estado seguirá aplicando impuestos sobre dicho consumo que no soporta un sector productivo como el nuestro. Y no vale que el Gobierno diga que ya hizo todo lo que está en su mano al rebajar en según qué casos el impuesto en el consumo eléctrico para riego, ni que haya aprobado algún tipo de desgravación fiscal.

En una situación de crecimiento negativo en el IPC, una situación casi de deflación, no se entiende que cuando se compra para producir, en nuestro caso para hacer funcionar nuestras explotaciones agroganaderas, todo esté subiendo, todo cueste más que el año anterior. No se entiende que cueste más llevar el tractor al taller, que cueste más la alimentación del ganado cuando no se le paga más al agricultor que lo produce, que se disparen la mayoría de inputs y que nosotros no podamos repercutirlo en el precio de los productos. Creo que lo único que nos puede dar alguna satisfacción este año es el precio del gasóleo, aunque será  menos de la debida, pues para una explotación media le puede suponer un ahorro, respecto a cuando más se pagó,  próxima a los 4.000 euros al año. Y espero que el otro alivio nos  llegue por la vía de los costes financieros, pues es cierto que se empiezan a hacer operaciones –que ya era hora–, y que los tipos de interés  son interesantes, aunque a la vez hay que decir que se le presta el dinero a quien con seguridad va a devolverlo, y que la mayoría es para inversiones bien medidas, no para circulante.

Y donde tampoco vamos a contener los gastos es en los costes de rentas y amortización vinculados a la tierra agrícola. Cada año pagamos más, valga lo que valga lo nuestro. Y  en este caso no le podemos echar la culpa a las multinacionales, ni al Estado: simplemente la tenemos nosotros, los agricultores y ganaderos, que somos la parte que se conoce como “la demanda”.