Celedonio Sanz Gil. Periodista y articulista agrario

La Unión Europea está buscando una redefinición de sus estructuras para defender su forma de vida, la sociedad democrática que la define, dentro del nuevo orden geopolítico mundial provocado por la llegada al gobierno de los Estados Unidos del presidente republicano, Donal Trump. Sus ínfulas nacionalistas frente a esta Europa, a la que culpa de todos sus males, su lucha contra la inmigración, las amenazas arancelarias a las exportaciones y su dejación de funciones en la estrategia de defensa Occidental en el seno de la OTAN ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar la unidad de la UE ante los nuevos retos y en todos los ámbitos.

Hay consenso entre la Comisión Europea y los gobiernos de los países miembros de la UE en reforzar el gasto militar y las políticas de seguridad ante la amenaza de Rusia, sin depender del escudo americano. Insisten en la necesidad de una política común de defensa, un ejército común, para mantener la soberanía de la UE. Sin embargo, en todos estos análisis, prácticamente de supervivencia, nadie parece acordarse de la importancia de la soberanía alimentaria europea y de la imperiosa necesidad de mantenerla.

Objetivo fundacional

Ante este nuevo panorama internacional y la puesta en cuestión de todo el esquema de comercio globalizado, puesto en marcha en las últimas décadas, la UE debe garantizar que su población siga pudiendo acceder a alimentos de calidad a un precio asequible. Un objetivo primordial, fundacional, de la Política Agraria Común (PAC). Algo que, hasta ahora, nunca se había cuestionado pero que, tal y como están las cosas, sufre un grave peligro.

La inflación en los productos alimentarios está provocando un grave descontento en toda Europa. La cesta de la compra ha subido cerca del 20 por ciento en los principales países comunitarios desde los años de la pandemia del COVID. La gente sigue queriendo comer tres veces al día, con su pan diario, su mantequilla, sus salchichas, su leche, a pesar de lo que digan algunos nutricionistas que parecen obnubilados con esos productos raros del Asia profundo. Pero esta subida de precios de los alimentos no está repercutiendo en el sector, en los agricultores y ganaderos, porque los precios al productor no aumentan, mientras sus costes de producción se han disparado. Esto provoca una mayoría de descontentos entre la población solo para contentar las ansias absurdas de una minoría.

Todos los principios de la defensa europea se están reformulando, buscando un nuevo encaje, una nueva orientación de futuro, y hay que plantearse que, dentro de esas iniciativas, de esta nueva defensa, cambien también los principios que rigen y han regido la reforma de la PAC en la última década. Es evidente que ahora la PAC navega entre continuos recortes productivos por criterios ecológicos, que no son siempre bien entendibles, diferentes exigencias medioambientales y de protección animal que han provocado un aumento de los costes de producción y una pérdida de competitividad frente a las producciones de países terceros, que tienen exigencias mucho menos rígidas.

Cambio normativo

The national flag of the United States next to the European flag

Unas modificaciones que se han introducido de hoz y coz desde los despachos de los burócratas de Bruselas pasando por encima de las necesidades y de las exigencias de los propios agricultores y ganaderos. Ni las enormes manifestaciones de hace apenas un año han variado el rumbo de estos señores, a pesar de las promesas de los diferentes gobiernos. Ahora puede ser que las nuevas posiciones del gobierno de Estados Unidos obliguen a tomarse en serio un cambio normativo que conlleve la puesta en marcha de planteamientos menos abruptos y siempre consensuados.

Es preciso recordar, una vez más, que la PAC, es la única política verdaderamente común que existe en la UE. Una PAC siempre cuestionada, en permanente reforma, siempre criticada porque absorbe la mayor partida del presupuesto comunitario. Esta PAC que no ha conseguido evitar la continua desaparición de explotaciones y profesionales de la actividad agraria, el envejecimiento del sector, la ausencia de un relevo generacional.

Hoy los gobiernos se plantean buscar nuevos soldados, algunos incluso se plantean reimplantar un servicio militar obligatorio. En cualquier caso, está claro que todas las políticas deben ir dirigidas a evitar cualquier conflicto bélico. Pero las grandes crisis siempre comienzan por la falta de comida, de dinero para comprarla. Por eso, mañana quizás haya que buscar nuevos agricultores y ganaderos para alimentar a la población con productos de aquí y no de allende los mares, que han de navegar por aguas cada vez más procelosas.

Porque la UE no debe ni puede renunciar a potenciar su alimentación, su sector agrario, esa soberanía alimentaria, frente a Trump y frente a quien sea. Esa es una de las mejores estrategias de defensa.