Donaciano Dujo. Presidente ASAJA Castilla y León
Donaciano Dujo. Presidente

Como español me alegro de todos y cada uno de esos éxitos empresariales de Mercadona que son conocidos por el gran público porque cada año su presidente Juan Roig hace el correspondiente balance. Creo que presta un buen servicio al consumidor -que somos todos-, que genera empleo y seguramente como dice de calidad, que crea actividad económica por las fuertes inversiones que realiza, que da sustento a infinidad de empresas de servicios, y que de sus ventas depende el de miles de proveedores, la mayoría del sector agroalimentario.

No objeto nada a esa política de poner al cliente en el centro del negocio, de que sea “el jefe” como es lema de la empresa, pero como presidente de ASAJA de Castilla y León tengo que decir que los agricultores, como primer eslabón de la cadena de valor de los alimentos, no nos sentimos tan queridos y respetados por el dueño del lineal más importante que opera en nuestro país. Por más que nos atiborren de datos sobre compras en nuestro país, e incluso de compras en mercados de cercanía, lo cierto es que en los lineales de Mercadona hay productos de tantas procedencias como países se sientan en las sillas de la ONU, algo que tampoco critico con tanta vehemencia dado que creo en la capacidad exportadora del sector primario en España y en Castilla y León y por lo tanto creo en la globalización del comercio.

Pero, dicho esto, los agricultores aspiramos a que quienes compran productos de fuera se aseguren de que se producen y transforman con las mismas exigencias que rigen en nuestro país, porque lo contrario es hacernos una competencia desleal y es engañar al consumidor, es decir, al “jefe”. Pedimos que los precios de los aprovisionamientos no los ponga de forma unilateral el dueño de una gran empresa de distribución haciendo el escandallo con punto de partida en la cesta de la compra, sino que sea fruto de una negociación entre iguales partiendo del principio de que todo el mundo tiene derecho a ganar lo suyo, y como mínimo partiendo del precepto legal de que no se puede vender por debajo de los costes de producción, como bien establece la Ley de la Cadena Alimentaria.

No quiero que parezca que pongo el punto de mira en Mercadona porque sea el peor, porque no es cierto. Lo pongo porque considero que por tamaño tiene capacidad de influir en el mercado y capacidad de influir en los demás operadores, y lo pongo incluso apelando a principios morales de los que hace gala su dueño Juan Roig. Porque si como español me alegro de que haya empresarios como él que no renieguen de pagar impuestos, sino que lo hacen gustosos porque sirven para levantar un país en crisis, como representante de los agricultores de Castilla y León le tengo que recordar que si esos impuestos salen del beneficio derivado de ser un rácano cuando paga a los agricultores o a las industrias agroalimentarias, su filosofía empresarial y de vida no me sirve.

España se ha convertido en un país con una potente agricultura capaz de abastecer el mercado interior y de competir en los mercados exteriores con muchas de nuestras producciones. Nuestro primer y principal cliente es cada uno de los españoles que cada día llenan su cesta de la compra en Mercadona  y en otras empresas de la competencia, y a esos clientes nosotros nos comprometemos a seguir proporcionándoles alimentos sujetos a los más altos estándares de calidad que impone la Unión Europea y nuestras propias normas nacionales, y nos comprometemos a hacerlo a precios asequibles al alcance de los bolsillos de todos los ciudadanos, pues el comer no puede ser un artículo de lujo. Pero en este compromiso que tenemos nosotros con el consumidor necesitamos la complicidad de la industria agroalimentaria y de la gran distribución, complicidad que significa que nos respeten como productores, que nos respeten como agricultores y ganaderos.