Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León

Cuando los datos apuntan a un relativo control de lo que más nos preocupa, los contagios y las personas que por culpa de este maldito virus ya no están con nosotros, poco a poco vamos siendo conscientes de la magnitud de la crisis económica que conlleva la situación de alerta sanitaria. Si pensamos en las personas que han continuado trabajando a lo largo de estos casi 50 días de confinamiento, llama la atención que han sido principalmente las que desarrollan trabajos cuerpo a cuerpo, tareas y oficios manuales, las que han estado al pie del cañón: por supuesto, y en primer y destacado lugar, los sanitarios, y el personal de las residencias; pero también cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, limpiadores, personal de supermercados y farmacias, transportistas… y cómo no citar también a mi sector, el de los agricultores y ganaderos.

Muchos de los trabajos señalados son de máxima exposición y riesgo, porque están atendiendo a personas. Pero ahí han estado, siguen estando, al servicio de todos. Chocaba esa actividad de tantos trabajadores muy expuestos y casi siempre modestamente pagados, con la práctica desaparición de tantos responsables políticos y, con ellos, la casi paralización de áreas significativas de las administraciones. Mientras hay funcionarios dejándose la piel, la salud y hasta la vida en esta crisis, otros ni están. Es cierto que esta situación nos desbordó a todos, pero pronto comprendimos la magnitud del problema, y sentimos la obligación de adaptarnos, cada uno desde nuestro puesto, para contribuir y ayudar en lo posible. Da la impresión de que, para alguno, más que “estado de alarma”, la consigna ha sido “desaparecido en combate”.

Ahora que les dicen a los autónomos que más o menos queda en sus manos abrir, asumiendo ellos mismos posibles riesgos y pérdidas, choca todavía más que las administraciones, con todo su aparato y después de cincuenta días para pensárselo, todavía no tengan claro cómo escalonar la presencia de sus trabajadores para que atiendan sus obligaciones de forma segura, y, en el caso de que sea digitalmente, para que cuenten de verdad con equipos para hacerlo.

Solo en Agricultura, estamos hablando de cerca de 3000 funcionarios, un número muy importante de personas que tienen que poder trabajar ya, contando con todas las medidas de protección que sean necesarias. En el campo, agricultores, ganaderos, cooperativas, almacenes, talleres, transportistas, servicios… no hemos dejado de trabajar, aunque sea con el miedo en el cuerpo, porque los mercados están reaccionando de manera caótica, y a veces ruinosa. Hoy más que nunca necesitamos que la administración, la máquina burocrática, funcione. No puede haber demoras, no puede haber problemas que atasquen y retrasen el funcionamiento del sector. Hablamos, por citar solo algunos temas, de la PAC en curso, pero también de expedientes de incorporación y modernización, de proyectos pendientes en regadío o reconcentraciones, de inversiones importantes que están atascadas y que además son ahora más vitales que nunca para mantener la economía y el empleo.

Aunque a algunos parece que les preocupa más cuándo van a salir de paseo o a tomar una caña, este país tiene problemas muy serios, y el camino va a ser muy largo y penoso. No podemos desaprovechar ningún efectivo, y menos en la administración, que está a servicio, y es pagada, por todos.

  • Artículo publicado en El Mundo de Castilla y León el lunes 4 de mayo de 2020.