Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Esta semana comenzarán a trabajar las cosechadoras en Castilla y León. Comenzará como de costumbre de sur a norte, entrando primero en las parcelas de cebada, y poco a poco recorriendo la totalidad del territorio de la Comunidad Autónoma.

Desgraciadamente la cosecha 2019 promete muy poco, y el pesimismo se ha extendido entre los agricultores y ganaderos. Estamos acostumbrados a que haya unos años buenos y otros malos, en el tiempo no manda nadie, pero llega otra mala cosecha cuando todavía estamos pagando los préstamos pedidos en 2017. De tres años, dos malos, lastra las cuentas de cualquier explotación, y lo mismo en ganadería, porque escasean los pastos y suben los precios de forrajes y piensos.

Alguno dirá que ya era así en tiempos de nuestros abuelos. No exactamente. Hace unos años las explotaciones eran más pequeñas, los gastos por tanto mucho menores, y cuando en los años ochenta llegó algún año malo, las administraciones paliaron al menos una parte de las pérdidas con ayudas directas. Nada que ver con lo que pasó en 2017. Primero, las explotaciones han tenido que irse redimensionando para sobrevivir, y eso pasa por asumir unos enormes gastos de producción cada campaña; segundo, el apoyo público ante una sequía brutal de 2017 solo fueron unas cuantas migajas en forma de préstamos. Al final, la única herramienta clara que tenemos es el seguro agrario, aunque tenga defectos y sea mejorable.

Respecto a la de 2017, en esta campaña hay una diferencia clara: si hace dos veranos no había tampoco agua para los regadíos, esta vez, salvo alguna pequeña zona, el riego estaría asegurado. Así pues, la de 2019 puede ser una cosecha normal o buena en regadío, y a la vez catastrófica en secano. Se refuerza así el sentido de la apuesta de ASAJA por el regadío, por lograr que Castilla y León tenga una amplia superficie regable y además modernizada, porque todavía hay 120.000 hectáreas pendientes de mejora en la cuenca del Duero.

Que hay cambio climático es un hecho, y por tanto nuestra agricultura tendrá que modificarse para lograr los mejores resultados con unos recursos complicados. En ese camino, es fundamental que el campo vaya de la mano de la investigación y de la ciencia, porque necesitamos semillas mejoradas genéticamente que cimenten cultivos resistentes a las sequías y heladas, a este tiempo extremo que cada vez es más frecuente.

Por último, seguimos a la espera de gobiernos, en Bruselas, en Madrid y también aquí en Castila y León. Quien llegue, ya tiene la primera tarea urgente: ayudar a pasar este mal trago al sector, con una cosecha mala y sin pastos, y sabiendo que de aquí a poco más de tres meses de nuevo tendremos que invertir en la sementera de 2020. No puede ocurrir como en 2017. Las administraciones tienen que arbitrar todas las medidas a su alcance, desde las ayudas de minimis previstas en la normativa europea, hasta acuerdos con las entidades financieras para ofrecer préstamos asequibles que de verdad lleguen a todo el sector.

  • Artículo publicado en El Mundo de Castilla y León, en el suplemento Mundo Agrario