«Mal podemos pedir a nuestros descendientes trabajo, honradez y sentido común, cuando nosotros no estamos dispuestos a construir un país, y nos dedicamos a repartirlo, como bandoleros. Por mal camino a buen pueblo no se puede ir.»

Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Desde hace meses, en las charlas con familiares, con amigos, con compañeros de trabajo, solo hay un tema: la política. Las dificultades para la formación de un gobierno, las tensiones para incluir formaciones de todo pelaje que dieran la mayoría a Pedro Sánchez, y los temores ante las posibles consecuencias de esos pactos, se han convertido en casi el único asunto de las conversaciones, incluidas las de las recientes fechas navideñas, en las que compartimos las veladas con familiares, amigos y compañeros.

Como repiten los políticos, desde la Transición España ha vivido su época de máxima prosperidad, aunque ese trayecto no ha sido fácil. Y no solo por las desigualdades sociales o por las diferencias entre derecha e izquierda, que de eso hay en todos los países. Es el fantasma de los nacionalismos el que en España siempre nos ha inquietado, y aun siendo gravísima la situación actual, todavía era peor cuando ETA estaba activa y gentes de bien temían que en cualquier momento les estallara una bomba o les dieran un tiro en la nuca.

Pero es cierto que el separatismo, el yo primero y el “qué hay de lo mío”, ha prendido en los últimos tiempos de tal forma que es ya un motivo de preocupación principal para todos nosotros. Y cuando digo todos me refiero a que, desde los niños hasta los más viejos del lugar, todos somos conscientes de esta escalada del enfrentamiento de los unos contra los otros.

En este deterioro, más culpa que los demás tienen, sin duda, los dos grandes partidos de este país, el Partido Socialista y el Partido Popular, quienes se turnaron en el gobierno con cómodas mayorías que no aprovecharon para arreglar muchos de los problemas que ahora han estallado y contribuido a multiplicar el arco parlamentario hasta el extremo actual. Ellos, y quizás todos, nos habíamos acostumbrado a que se turnaran el PP y el PSOE y que todo siguiera igual, sin especiales retrocesos en los derechos, ni laborales, ni empresariales, ni en los servicios públicos. Sin embargo, ahora esa estabilidad está rota, el modelo territorial está cuestionado, y cada día surgen unos territorios que se enfrentan a otros. Si empezó Cataluña y su “España nos roba”, ahora hemos pasado a “el vecino nos roba”. Todo es desunir, y en una tierra como la nuestra, envejecida y con un enorme peso de pensionistas, romper la caja única sería una verdadera catástrofe.

Los Reyes Magos, aunque sean Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, y Gabriel Rufián, nos han traído esta vez un gobierno que nace sostenido sobre apoyos endebles, y es difícil saber qué trayectoria tendrá. Con separatistas de por medio, el debate se centrará en sus reclamaciones, y quedarán en segundo plano las reclamaciones del pueblo llano, como son las de los agricultores y ganaderos.

Si de verdad, como dicen, quieren frenar la despoblación, si van a garantizar los servicios sanitarios y de educación, si de verdad quieren que en el campo se queden los jóvenes, hacen falta líderes políticos comprometidos que trabajen a largo plazo, y no solo para quedar bien con su partido y asegurarse un puesto cómodo y bien pagado, de esos ya nos sobran.

Creo que es tiempo de que recordemos las lecciones que recibimos de nuestros padres y abuelos. Ellos conocieron el hambre y el desastre, y aprendieron a convivir y esforzarse para llevar este país hacia delante. Mal podemos pedir a nuestros descendientes trabajo, honradez y sentido común, cuando nosotros no estamos dispuestos a construir un país, y nos dedicamos a repartirlo, como bandoleros. Por mal camino a buen pueblo no se puede ir, y España y los españoles estamos caminando por mal camino. Y perdonad que este mes casi no hable de agricultura y ganadería, pero es que a veces no toca hablar de lo nuestro, sino de lo de todos.