Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Dicen que en esta vida hay que creerse de la misa la media, y si hablamos de campo y de ayudas para la crisis, con doble motivo. Día sí, día también, aparecen en los medios de comunicación ayudas dirigidas a los agricultores y ganaderos. Euros y más euros, millones que nadie se molesta en saber si finalmente llegaron a sus destinatarios. Desde que estalló la covid-19, se han anunciado ayudas para el lechazo, el cabrito, el vino… en la cola aguarda el vacuno, el ibérico, el cochinillo, lidia, y otros sectores. Pero pregunte usted a un ganadero si con lo que llegue, si es que llega, le da para cubrir un solo mes de las pérdidas que está soportando.

Ninguna institución se quiere quedar atrás en lo de prometer. Estos días, llega de Bruselas esa posibilidad de que se den “hasta” 7.000 euros por explotación. Nadie aclara la letra pequeña: no hay fondos nuevos europeos, nacionales o regionales para sufragar esa nueva ayuda. Como la canción, “todo depende” de lo que sobre del propio presupuesto ya asignado al sector para las medidas contenidas en el programa de desarrollo rural. Medidas que no son baladí: incorporación de jóvenes, modernización de explotaciones, regadíos, zonas desfavorecidas… Capítulos todos ellos muy necesarios en los que ya falta, en vez de sobrar, dinero.

Dirán algunos que los agricultores tenemos la PAC, que todo lo aguanta. Estando la economía como está en este momento, la Comisión ha optado por dar dos años más de continuidad a la política más común de Europa. Pero ahí también hay letra pequeña: sí, tendremos dos años con la PAC antigua (con algunos cambios normativos), pero se avecina un presupuesto nuevo, en el que los recortes ya parecían inevitables antes de la aparición del coronavirus.

Sumando todas esas ayudas que cada día llenan los informativos, igual ya tenemos garantizada hasta la jubilación, pero la realidad es otra. El dinero contante y sonante, que es el que obtenemos de la venta de nuestra producción, es el que demuestra la realidad del sector. Cuando salimos a la calle a principios de año denunciábamos que hoy percibimos los mismos precios que hace treinta años, y esta campaña hasta peores. En Castilla y León hemos sembrado más de 1,9 millones de hectáreas, 151.000 más que el año pasado. Esa superficie da idea de la gran inversión de costes y trabajo que hemos realizado los agricultores en esta cosecha que estará en torno a los 7,5 millones de toneladas, en una línea similar a las de 2016 y 2018. La presión de intermediarios muy interesados en inflar las previsiones y asustar a los agricultores que andan más necesitados de liquidez, ha provocado esas vergonzosas cotizaciones un 20 por ciento inferiores a lo habitual. De mantenerse esos precios, una explotación normal, de unas 200 hectáreas, dejaría de ganar unos 15.000 euros.

Esas son las cuentas reales del campo, y no tantos cuentos y promesas del comisario europeo, el ministro y el consejero. De poco sirven las buenas intenciones,  si luego lo que producimos no tiene valor y tenemos que venderlo a precio de saldo.

  • Publicado en Mundo Agrario, suplemento de El Mundo Castilla y León, 6 julio 2020