Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Terminó el verano y ya estamos embarcados en una nueva campaña agrícola. Para algunos será la primera sementera que vivan como agricultores profesionales. Se convoque o no la ayuda de la Junta, en este 2018 alrededor de 500 jóvenes de Castilla y León, agricultores y ganaderos, se sumarán a esta aventura, dura y complicada, pero gratificante, que es ser profesional del campo.

Son gente preparada, muchos de ellos con estudios superiores o carreras relacionadas con el sector, de la rama de Agrícolas o Veterinaria. Prácticamente todos tienen en común el haber nacido en una familia de agricultores y ganaderos, haber mamado esta profesión y sentir dentro el deseo de ser buenos profesionales del sector.

Es cierto que muchos de estos jóvenes se subieron pronto al tractor y les gustó esa libertad que da estar en la cabina. Pero también hay un buen número de apasionados de la ganadería de vacuno, ovino, caprino, porcino… El manejo en la explotación, ver nacer, crecer y desarrollarse a sus animales, es algo ilusionante para ellos.

Así fueron los comienzos de todos, aunque hoy hay dos cosas diferentes a cuando nos incorporamos los que hoy tenemos alrededor de 50. La primera, que antes llegábamos al sector sin haber alcanzado si quiera la mayoría de edad, y ahora muchos se aproximan a la treintena, son hombres y mujeres ya adultos, y muy capaces de asumir responsabilidad. Y segunda diferencia: internet. A parte de la experiencia que en su casa les puedan transmitir, aparte de la información que reciben de las organizaciones agrarias y otras entidades, a través de internet están abiertos no solo a lo local, lo provincial o nacional, sino al planeta. Toda esa información, a veces buena, a veces no tan buena, hace más complicado elegir qué camino seguir. Pero, en el lado positivo, es un aliciente para que nuestros jóvenes avancen y quieran competir, no ya con el vecino, sino con los mejores del mundo. La seguridad alimentaria, la protección al medio ambiente, el uso de nuevas tecnologías, la eficiencia empresarial… son nociones que los jóvenes ya “traen de fábrica”, no han tenido que adaptarse a ellas, sino que saben que necesariamente tienen que formar parte de su sistema normal de trabajo.

Pero hay cosas que no cambian, y la principal es la importancia que para el joven, chico o chica, tiene su familia, el principal apoyo que va a tener en los próximos años. El padre tiene también que adaptarse, ser humilde, dejar de ir mandando y ceder las riendas y las decisiones al sucesor. En este periodo, el padre hará mal si cree que el papel del hijo es su obrero, incluso peor pagado que uno de fuera. El sucesor tiene que aprender a tomar decisiones, aunque sea a costa de tener algún fallo. No hay nada que enseñe tanto como los errores, sobre todo cuando afectan al propio bolsillo. Y todos hemos comprado una herramienta que apenas hemos usado, elegido una semilla que prometía más de lo que daba, o sembrado en unas fechas que, en nuestra tierra y zona, no funcionaban.

La primera prueba que tendrá que superar, tanto el hijo o hija como el padre, es la visita al director del banco. El joven no querrá ser menos que los demás, y querrá asumir unas inversiones que el padre encontrará desproporcionadas, y en los préstamos a largo plazo los avalistas casi siempre son los padres. No es cuestión de ver quién tensa más de la cuerda: lo importante es juzgar si las inversiones son proporcionadas y necesarias, y que tampoco se queden cortas, porque cuando estamos hablando de un joven hay que poner la vista en el futuro.

En estos primeros pasos que con tanta ilusión afronta el hijo -pero también el padre aunque gruña-, no serán pocas las discusiones, trabas e inconvenientes que aparezcan, tanto en el entorno familiar como en el pueblo. La incorporación del joven suele venir acompañada de un aumento de la explotación, de tener que adquirir tierras en renta, muchas veces caras, y el joven comienza a verse como un competidor para los agricultores ya acomodados de la zona. Y lo mismo en el sector ganadero, ya que en muchas ocasiones tendrá que contar con nuevas instalaciones e infraestructuras, más alejadas del núcleo de población. Aunque en la mayoría de los pueblos no ocurre, en los últimos tiempos ha crecido la presión contra estas nuevas instalaciones, a través de plataformas que llaman a cualquier cosa ‘macroexplotación’, siendo las más beligerantes gentes que solo visitan el pueblo en verano o algún fin de semana, pero que quieren dar órdenes a los ganaderos, que viven allí los 365 días del año.

Unas críticas que hacen aún más penoso el ya de por sí duro empeño de iniciarse en este sector, asumiendo unas inversiones que son muy altas y que hay que pagarlas, cada mes, y encima sabiendo que los precios de lo nuestro dan pocas alegrías.

Sé que muchos de estos 500 jóvenes que desde este 2018 van a ser nuestros compañeros agricultores y ganaderos tendrán momentos de duda y desánimo. Son jóvenes y eso es una virtud, pero también por ello aún no cuentan con las muletas de la experiencia y de la paciencia, que poco a poco te dan los años de profesión. Si escuchan a los que tienen todavía la incorporación reciente igual reciben mensajes más pesimistas de lo normal, porque sienten que las expectativas que tenían no se han cumplido en su plenitud. Creo que reciban mejor consejo de agricultores y ganaderos ya veteranos, que han pasado por todo y comprobado que la agricultura y ganadería es un camino por recorrer, con distintas etapas productivas y económicas. Y una cosa es segura: mantener la actitud e ilusión de cuando uno se incorpora es la mejor baza para triunfar, tanto en la actividad como en la vida. Y que sepan todos ellos que les abrimos las puertas de esta organización para ayudarles, pero también para que participen en ella, puesto que de ellos es ASAJA, como socios y algún día próximo también como futuros directivos.