Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León

Estamos viviendo un proceso de movilizaciones histórico en nuestro país, que hasta ha rebasado en duración y contundencia a los de otros países europeos, que siempre veíamos como referencia. Pocos españoles hoy no saben que el campo está en la calle, e incluso los motivos: falta total de rentabilidad y una burocracia que, bajo la excusa del medio ambiente, no nos deja trabajar ni garantizar nuestro futuro. Las medidas anunciadas por el ministro, y los cambios propuestos hasta ahora en Bruselas, son inconcretos e insuficientes, así que ASAJA, junto al resto de organizaciones agrarias, sigue con citas programadas, con el horizonte del próximo 26 de febrero, cuando llegaremos a Madrid.

Estos días en las televisiones han salido multitud de pancartas que mostrábamos los agricultores en los frontales de nuestros tractores, desde “El campo en pie de guerra” a “No al cuaderno digital”. La presencia de los tractores quizás ha eclipsado que dentro de la palabra “Campo”, dentro del sector, hay una parte importantísima que no se ha mencionado: los ganaderos. La ganadería representa el 50 por ciento de la renta agraria de Castilla y León, más aún si viene un año de sequía agrícola. Además, es motor de empleo y fija población como ninguna otra actividad en el medio rural. Para todos es un esfuerzo acudir a una protesta, ya que tienes que retrasar las labores previstas en la explotación, pero los ganaderos directamente no pueden permitirse encadenar movilizaciones, porque tienen que atender a sus animales todos los días.

Siempre se dice que agricultura y ganadería van de la mano. Cuando hay sequía y baja producción agrícola, se resienten la oferta de piensos, suben los pocos forrajes disponibles, y los ganaderos sufren igualmente. El destino de la mayor parte de nuestro cereal es precisamente la alimentación de los animales, así que igualmente el agricultor necesita de la demanda ganadera. Eso sin contar que no son pocos los ganaderos que compaginan con agricultura, o los que hoy somos agricultores, pero venimos de familias ganaderas, y comprendemos al cien por cien los problemas de la granja.

Estos días en los que cientos de tractores han desfilado por carreteras y ciudades no seria justo que quedaran excluidos de las demandas los miles de ganaderos que han seguido trabajando en silencio, madrugando para ordeñar, alimentar y cuidar de sus cabañas. Un trabajo dedicado y mal pagado, siempre pendiente de la presión de la industria para arañar los escasos céntimos de margen o de los abusos de intermediarios.

Junto a la garantía de rentabilidad, hay más medidas políticas que los ganaderos necesitan como el agua los agricultores. Algunas, como que los productos importados cumplan los mismos requisitos que los de aquí, son compartidas con la agricultura. Otras difieren, pero están relacionadas con la invasión de normativa, muchas veces imposible de cumplir: saneamiento ganadero, bienestar animal, residuos, fauna silvestre… Junto al ajuste de las normas europeas y nacionales, también hay margen de apoyo en el ámbito más cercano, ya que se ponen demasiados palos en las ruedas para cualquier proyecto, y eso desanima a muchos. Y, por último, aunque no sé si lo pondría lo primero, los ganaderos merecen la gratitud y respeto que por desgracia demasiadas veces se les está negando por una pandilla de indocumentados.