Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Semanas atrás Donald Trump anunciaba una batería de aranceles que son una patada sobre la mesa de las relaciones comerciales de todo el mundo. En esta guerra comercial los primeros y más perjudicados son los propios ciudadanos, los consumidores, que somos todos, que tendremos que asumir subidas de precios en alimentación pero también en bienes industriales y de servicios, así como una mayor inseguridad en todo el tejido empresarial, lo que tiene repercusiones tanto para el empleo como para la propia economía nacional. Es decir, la guerra comercial se traduce en que todos seremos un poco más pobres.

Las medidas urgentes anunciadas tanto por parte de la Junta como del gobierno español y la propia Unión Europea para proteger a las empresas exportadoras son positivas pero claramente insuficientes para frenar la magnitud del golpe. El engranaje productivo y comercial mundial es complejo y si una parte gripa afecta al resto. Es imposible que de la noche a la mañana se puedan encontrar otros mercados para nuestros productos. No podemos parar ni variar la producción apretando un botón, al igual que no se puede cambiar el rumbo de la sementera ya hecha o los ganaderos no pueden suspender en 24 horas su línea de producción. Cambiar de mercados es un proceso laborioso y lento.

Si algo sirve de consuelo dentro de este caos mundial, es que en nuestra pequeña escala, Castilla y León, nuestras exportaciones a Estados Unidos son limitadas, 600 millones de euros, de los que el 20% corresponden a agroalimentación. En este montante, directamente vinculados al sector agrícola y ganadero serían unos 60 millones de euros, la mitad de los cuales corresponden a vino (que es por ello el sector que primero ha alzado la voz) y el resto a derivados del cerdo y a conservas vegetales, junto a transformados de alimentación.

Pero pensar que sólo nos afectará en ese capítulo es tener una visión muy corta. Lo cierto es que, hoy por hoy, nadie puede concretar las consecuencias que tendrá el “arancelazo” de Trump, porque cualquier acción implica una reacción. Países que hasta ahora estaban exportando a Estados Unidos pueden desviar su producción a otros lugares en los que los aranceles no sean tan perjudiciales, compitiendo con nosotros en los mercados europeos o bien en terceros países a los que exportamos. ¿Y qué consecuencias puede tener en la demanda de insumos que necesitamos para producir, desde fertilizantes a semillas, pasando por fitosanitarios, medicamentos y soja? ¿Cómo repercutirá en el precio de maquinaria y repuestos, y en el combustible? En fin, que bien dicen que de una guerra nadie sale victorioso, porque va a haber perdedores a ambos lados del Atlántico.

Y la Unión Europea se juega mucho, es la primera potencia exportadora de alimentos del planeta, y España la séptima nación a nivel mundial.  La situación es seria, vivimos momentos históricos y de cambio, por lo que los políticos europeos tienen que dar la talla, ser ambiciosos y hábiles. Atrás tiene que quedar esos años de flojera negociadora y burocrática, hace falta liderazgo y establecer nuevas alianzas comerciales. De hecho, ahora los mensajes que llegan de Bruselas han cambiado y se habla más de unidad y fortaleza, algo esencial para defendernos tanto política como económicamente y confrontar las acciones Estados Unidos.

Por si fuera poco, justo ahora se inicia la negociación del periodo de la PAC 28-34. Es la ocasión de que la UE recupere los primigenios de la PAC, que no es multiplicar papeleos y requisitos, sino favorecer políticas productivas que permitan a agricultores y ganaderos crecer y ser un motor económico principal. Junto a ello, la otra gran tarea de Europa será cerrar acuerdos comerciales con mercados fiables y sólidos, siempre respetando el principio de reciprocidad para lo que venga, es decir, que cumplan los mismos requisitos que aquí se nos exigen.  Por último, quiero destacar que ASAJA estará muy vigilante ante cualquier “listo” que quiera aprovechar estos tiempos de mudanza para especular con lo nuestro y aplicar subidas en los insumos y bajadas a nuestros productos incluso antes de que haya ninguna razón real para ello.