Ilusiones robadas

Abril-mayo 2023 | EN LOS ÚLTIMOS DÍAS, hemos asistido a unas movilizaciones en el sector de la ganadería bovina en la provincia como no las habíamos tenido en mucho tiempo. Este hecho es malo y bueno a la vez. Malo, porque cuando se moviliza un sector, tan complicado de sacar a las calles, es porque realmente las cosas están muy mal; y es que es muy complicado dejar las ganaderías a medio atender. Si no estuviéramos plenamente convencidos, no nos juntaríamos. Como decía, el hecho también es bueno, porque hemos tenido éxito en participación y eso nos da la fuerza y el respaldo para conseguir nuestros objetivos o demandas. Y este segundo aspecto es muy bueno porque, en la mayoría de los casos, hacemos llamamiento para concentrarnos ante la Junta, el Ministerio o las industrias y no juntamos gente ni para sujetar la pancarta. Solución: hacer la pancarta más pequeña (nótense la ironía).

El hartazgo del sector ganadero de bovino, que es el que se ha movilizado en este momento, esta perfectamente justificado. Son constantes las reuniones que, desde esta casa, tenemos con los responsables en sanidad animal de la Junta o del Ministerio; y, en la mayoría de las ocasiones, chocamos contra un muro de técnicos muy titulados que se saben la legislación vigente al dedillo. Se saben la autonómica, la nacional y la europea. El camino siempre es el mismo. Nos dirigimos a la Junta, en la consejería del ramo, la de Agricultura —en el caso que nos ocupa, de Sanidad Animal—, fijamos el tiro en la Dirección de Producción Agropecuaria —con el director o directora del momento, y tengo que decir que en el tiempo que llevo presidiendo ASAJA, llevo ya cuatro directores de este área. Y con ellos, los jefes de Servicio de Sanidad—. Llegados a este punto, debatimos, proponemos, exigimos y nos derivan al Ministerio… vuelta al debate, a proponer y, una vez más, el mismo resultado.

La legislación no permite hacer las cosas de otra manera; pero, digo yo, si esas leyes, órdenes o decretos los hicieron técnicos, en base a los criterios del momento, y los aprobaron políticos asesorados con los criterios del momento, ¿por qué, acorde a la actualidad, no se pueden cambiar? Pues, también, se lo digo yo: porque su nómina está asegurada; porque viven en ese estatus superior que tienen aquellos que dirigen nuestras vidas; porque, en un momento, consiguieron esa autoridad que tendría que ser para hacernos la vida más fácil al sector al que se deben pero, por el contrario, lo que vemos es que no colaboran con nosotros en esas posibles soluciones. En los saneamientos matan nuestras vacas y, cada vez que matan una vaca y no tenemos la absoluta seguridad de que está enferma, por lo ineficaz de las pruebas diagnósticas, están matando la ilusión de los ganaderos. Están echando al hijo que ya no quiere seguir los pasos del padre; desmotivando al emprendedor que soñaba con su propia genética, con una ganadería mejorada, con generar un puesto de trabajo… En definitiva, esta panda de burócratas están matando nuestros pueblos.

Por lo tanto, tenemos que aprovechar el apoyo del sector para seguir sumando fuerzas. En el momento actual, en esta provincia, tenemos la mejor herramienta para hacer frente a esa soberbia de administración. Tenemos a todo el sector unido ante unos mismos objetivos y unos mismos representantes. No tenemos dos voces distintas. Salamanca solo dice una cosa: que esto tiene que cambiar ¡y lo tiene que hacer ya!

En la lucha contra la tuberculosis bovina, España público su primer Plan Nacional de Erradicación en el año 1989, hace 34 años. La progresión ha sido diferente en unas zonas y otras. Mientras que, en el norte de del país, se ha mejorado sustancialmente; en la mitad sur, no se ha avanzado nada, y con unos datos de prevalencia que, incluso, van en ascenso en determinadas regiones. El objetivo es erradicar la enfermedad en los bovinos, cosa que todos queremos, pero con las pruebas diagnósticas que hay y los muchos reservorios de la enfermedad, esta misión se hace imposible. Sirva el ejemplo de los datos del propio ministerio: la prevalencia de la enfermedad en 2008 era del 1’59 % de explotaciones positivas; y la prevalencia 13 años después, en 2021, era de 1’48 %; la reducción por año es 0,008 %, lo que nos llevaría a necesitar 185 años para conseguir la erradicación de la enfermedad. Queridos expertos en sanidad, ¡los que nos dedicamos a este oficio no tenemos 185 años de paciencia!