Carlos Andrés Huerta. Agricultor

Vive en Adradas, un pueblo soriano pequeño, de poco más de 40 vecinos. El automóvil se convierte en herramienta imprescindible para un chico de 32 años que, como Carlos, ha decidido quedarse a vivir y trabajar en el campo.

Vive en Adradas, un pueblo soriano pequeño, de poco más de 40 vecinos. El automóvil se convierte en herramienta imprescindible para un chico de 32 años que, como Carlos, ha decidido quedarse a vivir y trabajar en el campo. “Aquí las relaciones sociales son pocas, no podría concebir estar sin coche”, comenta. Asusta más el aislamiento que el trabajo. Porque la agricultura, con todos sus problemas le gusta. A pesar de haber estudiado mecánica y haber trabajado un par de años en un taller, volvió al pueblo para llevar la explotación familiar. “Si no llega a ser porque en casa siempre ha habido agricultura, hubiera sido muy difícil empezar desde cero”, explica. En su zona, como en tantas de la región, la demanda de tierras está por encima de la oferta, y los precios son tan altos que sólo pueden pagarlos agricultores establecidos desde hace tiempo: los jóvenes ya tienen bastante con ir financiando los créditos pedidos para instalarse. En su explotación conviven el trigo, la cebada, el girasol y las leguminosas, olvidadas durante años y que ahora se están recuperando.
A pesar de todo, e incluso con los malos augurios de la reforma de la PAC, Carlos tiene confianza en que la agricultura seguirá adelante, “porque la gente tiene que alimentarse”. Piensa que para afrontar el futuro es importante estar organizados, a través de cooperativas –él pertenece a Copiso– y de organizaciones como ASAJA. “Organización, que no sindicato, porque los agricultores somos pequeñísimos empresarios”, puntualiza.
Desde las últimas elecciones en el campo, este agricultor es portavoz de nuestra OPA en la Cámara Agraria de Soria. Es un chico serio y algo tímido, pero sabe que es necesario dar un paso adelante para defender al sector. “Pagar una cuota lo hacemos todos gustosamente, pero estar activo, desplazarse y tomar decisiones… eso cuesta más. Es incómodo pasar de ser espectador a protagonista”, explica este agricultor, convencido de que la negociación “hay que apurarla mientras se pueda”.