El día que Clint paseó el revólver por el valle de Mirandilla

Este año se cumplen 50 años del rodaje en Burgos de “El Bueno, el Feo y el Malo”

C.R./ Teresa S. Nieto

En 1966, Clint Eastwood paseaba sus 1,93 centímetros de estatura, su poncho y sus ojos azules por el valle de Mirandilla, en Burgos. En este anfiteatro natural, dispuesto a los pies de la Sierra de la Demanda, el equipo del director italiano Sergio Leone recreó uno de los cementerios más famosos de la historia del cine, Sad Hill. En total, 6.000 tumbas, entre cruces de madera y tocones, se distribuyeron en círculos concéntricos en el valle, para lo que trabajaron varios centenares de militares del regimiento de artillería de Hortigüela.

Este año se cumple el 50 aniversario de aquellos momentos, que convirtieron a la comarca en un plató de rodaje de “El bueno, el feo y el malo”, película reverenciada por miles de aficionados de todo el mundo al spaghetti western. En estas décadas, han cambiado los pueblos que visitó entonces Eastwood: quedan muchos menos vecinos, y también muchos menos agricultores y ganaderos. En verano, unas pocas vacas pasan por el valle en busca de pastos; en otoño, lo visitan los senderistas y buscadores de setas. A simple vista, no hay rastro del antiguo cementerio; sin embargo, sí es reconocible si subes a la cercana peña del Carazo, o simplemente, si consultas en el SigPAC. Desde lo alto, los círculos donde se clavaron las tumbas siguen visibles.

En torno al rodaje de “El bueno, el feo y el malo”, llevan años en contacto un grupo de aficionados, que trata de recuperar para el turismo los enclaves burgaleses en los que se rodó el film. Además del valle de Mirandilla, está el Monasterio de San Pedro de Arlanza, donde se recreó la Misión de San Antonio, en la que Eastwood es curado de sus heridas; el lugar donde se construyó el puente sobre el Río Grande (en realidad, sobre el Arlanza), y los restos del campo de concentración de Betterville, en Carazo. “Sabemos que es imposible reconstruir toda aquello, pero al menos pretendemos que se pongan paneles informativos con fotografías del rodaje de la película”, comenta David Alba, uno de los miembros de la Asociación Sad Hill de Salas de los Infantes. Además, han puesto en marcha un crowfunding (proyecto de cofinanciación por Internet) para colocar tumbas para que el valle luzca como antaño de cara a finales de julio, cuando quieren juntar a aficionados de todo el mundo en este enclave burgalés “Aunque sabemos que es difícil, estamos haciendo lo posible para que venga el propio Eastwood. En varias entrevistas ha hablado de este rodaje, así que no lo ha olvidado”, apunta David.

Tampoco lo ha olvidado Abilio Abad, como otros muchos vecinos de la comarca que participaron como extras. Él interpretó a un fraile: “Solo pude ir un día, porque había trabajo en casa, tuve que meter hierba y esas cosas. Y en esos tiempos un chico de veinte años no tenía ninguna autonomía, era lo que mandaban los padres”. Aún así, guarda un buen recuerdo de las 250 pesetas que recibió por la jornada y también de pasar el día muy cerca del equipo de rodaje. De Clint Eastwood, que por entonces no era tan conocido como ahora, se acuerda de que estaba “de un humor de perros porque estaba hasta arriba de maquillaje para simular heridas por la cara, hacía calor y estaba deseando acabar. Pero en el cine todo es muy lento, para salir un segundo tienes que estar diez horas”, explica.