Enrique Santander Aguilar. Agricultor

Como muchos otros agricultores, tras su matrimonio optó por irse a vivir a la capital, donde trabaja su mujer. Cada día le toca hacer 60 kilómetros para ir y volver de su pueblo natal, Villaprovedo.

Como muchos otros agricultores, tras su matrimonio optó por irse a vivir a la capital, donde trabaja su mujer. Cada día le toca hacer 60 kilómetros para ir y volver de su pueblo natal, Villaprovedo. Es agricultor por vocación y, pese a su juventud –tiene 39 años– ya es un veterano, puesto que comenzó con sólo 17. “Uno ya tiene un poco de escuela, aunque todos los días aprendes algo”, señala.

La explotación que un día heredó de su padre es hoy más grande, y ha sumado unas cuantas hectáreas de regadío. Este cambio implicó inversiones en un principio, pero ha merecido la pena. “El regadío te estabiliza mucho: la remolacha no salva una mala cosecha de cereal, pero te ayuda a pasar el año” comenta. También tiene leguminosas. “La compensación del programa agroambiental es buena, y además me permite rotar las fincas y repartir el trabajo de siembras, algo que es muy importante cuando la explotación la lleva uno solo”, dice. Su zona, aunque no permite virguerías porque ya en noviembre la humedad impide trabajar la tierra, es agradecida trabajándola bien, y las producciones han ido mejorando en los últimos años, a base de abonados, herbicidas y profesionalidad, “porque yo veo que en el campo hay gente muy profesional”, explica.

Cuando Enrique escucha eso de que los agricultores trabajan poco, sencillamente contesta: “serán otros”. Quitando algunas semanas en navidades, horas las echa todas, sea en el campo, sea peleándose con la maquinaria, haciendo arreglos o incluso preparando aperos sencillos. “Hay mucha tontería entre algunos jóvenes con la maquinaria. Se compran cosas que no necesitas y que a la hora de la verdad te quitan renta”, comenta, convencido de que es en el recorte de costes donde está el secreto de la rentabilidad de una explotación.

Sobre el futuro, no sabe qué opinar. Él está, como todos, expectante. “Se pensaba que iban a reformar en 2006, y en el 2003 estamos reformando ya”. Pero bueno, tiene confianza de poder jubilarse trabajando en lo que le gusta, el campo.