Álvaro Llarena, agricultor

Al abrigo de la cordillera Cantábrica, predomina la ganadería, principalmente la bovina, pero también caben explotaciones agrícolas, como la de Álvaro. Tomó el relevo de la agricultura de sus padres, aunque él introdujo, junto al cereal y el girasol, los forrajes.

C.R./ T.S.N.

Santurde está en la comarca de las Merindades, al lado de Medina de Pomar (Burgos). Al abrigo de la cordillera Cantábrica, predomina la ganadería, principalmente la bovina, pero también caben explotaciones agrícolas, como la de Álvaro. Tomó el relevo de la agricultura de sus padres, aunque él introdujo, junto al cereal y el girasol, los forrajes, que hoy ocupan cerca de la tercera parte de la superficie de su explotación.

Ese cambio de orientación supuso una inversión inicial para contar con la maquinaria específica, una inversión que Álvaro considera que fue una buena apuesta porque el forraje se adapta como un guante a las características de una zona de tierras difíciles de labrar y en las que no suele faltar el agua. “Además –comenta– no faltan compradores, porque tanto en Cantabria como en el área de Santoña hay bastantes ganaderos de leche que demandan forraje, y como estamos cerca muchas veces vienen ellos mismos a cargarlo”. Además, contar con el cereal, el girasol y el forraje le permite cierta alternancia, ya que, según avance la campaña cada año, alterna las superficies. “Y también te defiendes mejor si, como ha pasado este año, viene una campaña mala de cebada”, dice. Lo que no le ha tentado, aunque en su casa sí tuvieron animales, es la ganadería: “las vacas y yo no nos entendemos”, bromea.

A Álvaro le gusta su trabajo y le gusta la vida rural. En Santurde viven apenas 25 vecinos y ni siquiera hay una parada de autobús, pero Álvaro siempre tiene el coche a mano para hacer cualquier gestión necesaria. “Aquí no te aburres, siempre hay algo que hacer, sea en la agricultura, sea arreglando cualquier cosa”, explica. Con cerca de veinte años de profesión a las espaldas, ha aprendido que hay años mejores y años peores, y a sortear todas las circunstancias. Lo que le fastidia más, como a otros profesionales del campo, es la competencia desleal que ejercen los que ya están jubilados o trabajan en otros sectores y mantienen la agricultura. “A ellos no les preocupa como a nosotros cómo van los precios o los costes, porque no es su único ingreso”, subraya. Otro punto pendiente es una concentración más racional de muchas de las fincas de zona, muchas de ellas pequeñas y de difícil acceso.

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