Rosario García Sánchez, ganadera

En poco tiempo, la vida de Rosario dio un cambio radical. Pasó de Madrid a Grandes, un agregado de Ciperez (Salamanca) donde viven 8 personas. Allí atiende cada día un explotación de vacuno de carne.

C.R./ J.M. Blanco

Rosario García Sánchez se convirtió en ganadera de repente. Había visto muchas veces como se hacía, pero nunca pensó en dar el paso. En el año 2002, la muerte de su padre le hizo replantearse la vida. Abandonó su trabajo en Madrid y se hizo ganadera. “Estaba trabajando en un banco, acumulando contratos eventuales, cuando se murió mi padre. Entonces decidí dar el paso, tirar para adelante porque era hija única y era más fácil quedarme con ella que vender la finca”, indica.

El cambio fue radical. Pasó de Madrid a Grandes, un agregado de Ciperez donde viven 8 personas. “Y la mitad son niños”, comenta riendo mientras vuelve a darle una pelota de trapo a Blanca, su hija de nueve meses. Allí atiende cada día a sus 68 vacas moruchas y F1 con charoles. “Es una explotación para carne. Cebar es más complicado, tendría que tener más instalaciones… de esta manera es más sencillo, por eso vendo todo para vida, al destete”, comenta.

Los principios no fueron fáciles. “Al empezar todo fue difícil. Mi padre la había llevado siempre él, y aunque había un señor, no se apañaba bien y al final tuvo que irse. Fue todo muy duro. Al principio, cuando se ponía una vaca mala y había que encerrarla se me venía el mundo encima… La mayoría de la gente empieza con su padre al lado, y reciben alguna indicación. En mi caso me encontré con el marrón de las vacas y de los cerdos que tenía mi padre de repente”, subraya. De hecho, eliminó los cerdos casi de inmediato porque no se veía preparada para ellos.

Trece años después, Rosario esboza una amplia sonrisa hablando de sus vacas. “Estoy contenta y lo que peor llevo son los días de lluvia, y tampoco mucho. Me gusta lo que hago, me marco mis horarios, y tengo una libertad que no tienen muchas personas”, explica mientras mira a Blanca, que sigue jugando sentada en su pierna.

Recuerda con una sonrisa anécdotas del principio, sobre todo una que tenía que ver con su condición de mujer. “Al principio cuando venían los tratantes a comprarme los terneros, la conversación siempre tenía que pasar por el cuándo te casas, qué novio tienes… ¡qué venían a comprarme terneros y siempre querían saber de mi vida!… Ahora ya, de vez en cuando algún camionero que viene a traer paja pregunta si esperamos a mi marido para descargarla y se queda un poco alucinado cuando le digo que estoy yo sola. Al principio, en el papeleo o con las facturas también insistían mucho en figurará mi marido o mi padre… pero en general, no he sentido grandes diferencias por ser mujer, aunque también es cierto que ahora ya hay más mujeres que hace trece años”, señala.

En todo este trayecto, Rosario tiene palabras de agradecimiento para los técnicos de ASAJA Salamanca. “Conocí a Jaime, y me ayudó muchísimo al principio con la incorporación, con todas las dudas de las ayudas y subvenciones, e incluso este mismo año, que todo el tema de la reforma de la PAC me coincidió con el nacimiento de Blanca y estaba súper perdida, se ha encargado de todo. Estoy encantada con ASAJA”, indica.

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