Rubén García Hidalgo

Hijo y nieto de trabajadores del campo conoce a la perfección el sector, en el que lleva ya 20 años. Confiesa con satisfacción que decidió ser agricultor porque es algo que le encanta. Estudió en la escuela de capataces y pensó en embarcarse en una ingeniería, pero reconoce que “lo que más me tiraba era estar a pie de campo”.

C.R./ Nacho Prieto

Rubén García Hidalgo es un agricultor de 36 años que tiene su explotación en Andaluz, una pequeña localidad situada a unos 40 kilómetros de Soria capital.

Hijo y nieto de trabajadores del campo conoce a la perfección el sector, en el que lleva ya 20 años. Cultiva principalmente trigo, cebada, girasol y guisantes. Rubén dedica su escaso tiempo libre a conversar y a salir de fiesta con sus amigos. Confiesa con satisfacción que decidió ser agricultor porque es algo que le encanta. Estudió en la escuela de capataces y pensó en embarcarse en una ingeniería, pero reconoce que “lo que más me tiraba era estar a pie de campo”.

Lo que más le gusta de su trabajo es sencillamente “todo”, y dice que lo mejor es “la libertad de horarios; el ser un poco tu propio jefe”. En el otro extremo, situaría el “depender de la meteorología y soportar que desde algún despacho impongan plazos, formas de trabajar y normas. Hace falta más sentido común y menos burocracia”.

Preguntado acerca de qué es lo que cambiaría en el campo si tuviera una varita mágica, Rubén García Hidalgo es muy claro: “Que haya precios justos y que se apoye a los que invertimos en el campo y a los más jóvenes”. Precisamente a estos últimos les envía este mensaje: “A quienes estén pensando entrar en la agricultura, como es el caso de un hermano mío, les doy la bienvenida, pero les recomiendo que se lo piensen bien, que entren con mucha ilusión y que tengan en cuenta que esta dignísima forma de ganarse la vida es casi imposible para los que no tengan familiares ya instalados porque las inversiones son enormes y la falta de apoyos institucionales es total”. 

ADJUNTOS