Trece toros de punta a punta

Castilla y León cuenta con un buen número de ejemplares del emblemático anuncio de Osborne

C.R./ Teresa Sanz Nieto

“A la altura del toro”; “Antes del toro”; “Después del toro”. El Toro de Osborne hace mucho tiempo dejó de ser un anuncio más para convertirse en referencia geográfica y parte de nuestro paisaje. Poco podía imaginar Manolo Prieto, que lo diseñó en 1956, que con el paso de los años su silueta del toro sería uno de los emblemas españoles más reconocidos, dentro y fuera de nuestras fronteras. En tiempos, hubo cerca de 500 toros repartidos por las principales vías de circulación de las provincias españolas. Cuando en 1988 se prohibió la publicidad en carreteras, hubo un movimiento social para “indultar” al toro de la obligación de retirar todas las vallas, y se logró que permaneciera.

Hoy quedan noventa de estos ejemplares en España, trece de ellos en Castilla y León, la segunda comunidad autónoma, tras Andalucía, con más toros. Cuatro en León (dos de ellos en el mismo municipio, Cuevas de Valderrey), tres en Burgos, dos en Salamanca y en Segovia, uno en Zamora y otro en Soria. Hace años convivían toros de diferentes tamaños, unos más pequeños, de unos 40 metros cuadrados, y otros de alrededor de 150 metros cuadrados, “aunque a medida que se ha reducido el número total se ha optado por que permanezcan los más grandes y mejor situados”, comenta Iván Llanza, director de Comunicación del grupo Osborne. El mantenimiento de estos “monstruos” de chapa –con 4.000 kilos de peso y 14 metros de altura– no es sencillo, ni barato. Cada dos años pasan por las manos y cuidados de un equipo técnico que revisa la construcción y estado de la chapa, y cada año se perfila la pintura. Eso, sin contar desperfectos, “desde un temporal a un graffiti, pasando por algún acto vandálico, “que por desgracia a veces se produce y que tiene sus consecuencias legales y económicas, porque es un patrimonio particular”, comenta Llanza.

La potencia de la imagen del toro es tan fuerte que ha superado su identificación original, como marca de brandy, a ser abanderada de nuestro país: así, se integra con frecuencia en el centro de la bandera española, y se reproduce en infinidad de productos oficiales, muy demandados por los millones de turistas que cada año visitan España. En el territorio están tan integrados que funcionan como referente geográfico, “hasta el punto que una vez retiramos uno para repararlo y nos llamaron de AENA porque lo echaban en falta los pilotos que lo utilizaban en un aeropuerto cercano como referencia para sacar el tren de aterrizaje”, cuenta Llanza. Queda claro que, por muchas razones, son insustituibles.

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