Hace pocos días tuvimos la oportunidad de reunirnos con el Comisario de Agricultura de la Unión Europea, Christophe Hansen, en un congreso celebrado en el Parlamento Europeo junto a varias organizaciones que componemos el COPACOGECA: las italianas CIA, Coldiretti y Confagricoltura; la griega GAIA EPICHEIREIN; la francesa FNSEA; la portuguesa CAP; la croata Cámara de Agricultura y, por supuesto, ASAJA.
Nos reunimos en Bruselas, en el mismo Parlamento Europeo, donde se decide la práctica totalidad de lo que sucederá en los 27 territorios de los Estados miembros. Aquí se marcan las directrices para los gobiernos nacionales y se les dota de presupuesto para el desarrollo de distintas políticas, especialmente para la política agraria, la ya conocida PAC. Con este congreso —al igual que con tantas acciones que desarrollamos a diario tanto en Europa como en los distintos territorios— intentamos evitar que se sigan reduciendo los apoyos al sector
agrario, empezando por el presupuesto, que constituye la base fundamental para que en la próxima reforma podamos impulsar sectores agrícolas estratégicos. De lo contrario, corremos el riesgo de quedarnos con una financiación insuficiente, como ya ocurrió en reformas anteriores, lo que ha provocado una pérdida continua de capacidad productiva frente al resto del mundo.
La cooperación con organizaciones agrarias de otros países del sur de Europa, que concentran buena parte de la producción agrícola y ganadera, se vuelve imprescindible ante el complejo contexto geopolítico actual. Una Europa marcada por la presión de aumentar el gasto en defensa, con voces que incluso abogan por destinar más fondos a armamento que a garantizar el suministro de alimentos. Esta visión, anacrónica y equivocada, debemos combatirla con firmeza. Al menos, debemos asegurar que la política agraria cuente con un presupuesto adecuado; en lo demás, que opinen quienes tengan la competencia.
Durante el congreso, todos los representantes de Juan Luis Delgado Egido las organizaciones presentes coincidieron en el diagnóstico: las políticas agrarias han entrado en una deriva perjudicial, cediendo ante planteamientos medioambientales mal enfocados, que han causado más perjuicios que beneficios a la población europea.
Quedó patente la urgencia de reducir la carga burocrática, de detener los ataques infundados al sector agrario con relatos manipulados sobre contaminación, maltrato animal o explotación laboral, ,todos ellos construidos sobre falsedades interesadas.
Lo más llamativo fue comprobar que muchos de los políticos con los que nos reunimos —eurodiputados de varios países, miembros del actual gobierno europeo e incluso la presidenta del Grupo Popular Europeo, Dolors Montserrat— coincidían palabra por palabra con nuestras reivindicaciones. Aseguraban ver las mismas necesidades, las explicaban y defendían como si lo hiciéramos nosotros mismos: “hay que aumentar el presupuesto, reducir la burocracia, eliminar trabas a los productores locales, reforzar el control de las importaciones, fomentar el relevo generacional…”. Sin embargo, muchos de ellos llevan años gobernando y han sido cómplices —por acción u omisión— de las políticas más perjudiciales del Pacto Verde impulsado por el Comisario Timmermans.
Incluso el actual Comisario de Agricultura repitió ese mismo alegato. Hay que reconocer que ni su predecesor, Janusz Wojciechowski, ni Timmermans llegaron siquiera a tener la decencia de pronunciarse públicamente en defensa del sector que debían representar.
Sin embargo, una cosa es lo que se dice y otra muy distinta lo que realmente se hace. Y lo cierto es que quienes nos han llevado hasta aquí son los mismos que ahora prometen soluciones. Nos queda mucho trabajo por delante para lograr un presupuesto digno que garantice el futuro de nuestros agricultores y ganaderos. Porque, como bien dice el refrán, no es lo mismo predicar que dar trigo.