Muchas gracias a todos los agricultores y ganaderos que dan la cara por su profesión y por su organización, su esfuerzo merece la pena.

Teresa Sanz Nieto

Pío y Jorge, ganaderos de El Collado (Ávila); Germán, David y Esmeralda, agricultores de Villandiego (Burgos); Luis, Conchita y Roberto, agricultores de San Pedro de las Dueñas (León); Florencio, Angelines y Antonio, agricultores de Castromocho (Palencia); Florencio, Manuel y Carlos, agricultores de Nuevo Amatos (Salamanca); José Luis y Óscar, ganaderos de Carbonero de Ahusín (Segovia); Alfonso y Julio José, ganaderos de Monteagudo de las Vicarías (Soria); Avencio y José Javier, agricultores de Villavicencio (Valladolid), y José Luis padre y José Luis hijo, de Castroverde de Campos (Zamora). Con ellos hemos recorrido la Comunidad Autónoma este 2014, el Año Internacional de la Agricultura Familiar, designado por las Naciones Unidas para destacar el valor de las familias como motor y corazón de la agricultura y la ganadería de todo el mundo. Todos ellos nos han abierto los portones de las naves de sus explotaciones, y también las puertas de sus casas, porque cuando vas a visitar a una familia del campo es raro que la charla no acabe en la mesa de la cocina, ya que son buenos anfitriones y gustan de obsequiar a las visitas con un refresco, un poco de chorizo de la última matanza y una cuña de queso. Si pueden, también te llevarás en el coche un saquito de legumbre, o unas almendras, o nueces, o dos docenas de huevos de sus gallinas. Esto es así, y se agradece siempre. Pero sobre todo se agradecen sus palabras. Su esfuerzo por explicar cómo llegaron a esta profesión, a veces sin pensarlo, porque muchos eran casi niños cuando se encontraron, por diversas circunstancias, subidos al tractor. Los que son mayores hoy valoran quizás más que nunca lo que han conseguido a lo largo de muchos años de madrugones, aire frío y calor achicharrante, amansando a los animales, cuidando las tierras para ganar unos duros cada campaña. Ya quedaron atrás los tiempos en los que el campo era un cajón de sastre, y hoy los hijos toman el relevo con más seguridad, más conocimientos y también con la osadía del que empieza, esa osadía que inquieta a sus padres, que querrían transmitirles, además de las hectáreas, el poso de la paciencia y de la precaución que sus hijos solo pueden adquirir con los años, y por sí mismos.

Quiero dar las gracias a todos estos y muchos otros socios de ASAJA que, a lo largo de todo el año, dan la cara por la organización y por su profesión para salir en un periódico como éste o en cualquier otro medio de comunicación, sin recibir nada a cambio. Puedo asegurar que el 99,9 por ciento no tienen ningún afán de protagonismo ni notoriedad, al contrario, les cuesta como a cualquiera ser el centro de atención y perder el anonimato en el que la mayoría nos sentimos a salvo. Pero lo hacen, y eso permite que nuestra sociedad sepa mucho más de los problemas y opiniones de los agricultores y ganaderos, aunque vivan en el pueblo más pequeño y alejado de la ciudad. Muchas gracias a todos esos agricultores y ganaderos que dan la cara, su esfuerzo vale la pena.

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