¡Concédenos, Señor, la lluvia necesaria!

Aquí, hablando de políticas agrarias, de nuevas normativas, de tecnologías avanzadas, de drones, de informática, de precisión, de cultivo planta a planta y luego nos falta la lluvia, no hay agua e incluso algunos agricultores añaden que ya hasta nos falta la tierra.

En el campo sólo se habla de la sequía, de lo seco que está todo, de que esto ya no tiene remedio, de que no se vislumbran lluvias. Algunos viejos lo ponen en perspectiva: Es la peor sequía de lo que llevamos de siglo, y vuelve el calificativo que suena a épocas franquistas “la pertinaz sequía”. Algunos incluso recuerdan la insignificancia y la impotencia a la que tarde o temprano se enfrentan todos los que se relacionan con la naturaleza.

Aquí, hablando de políticas agrarias, de nuevas normativas, de tecnologías avanzadas, de drones, de informática, de precisión, de cultivo planta a planta y luego nos falta la lluvia, no hay agua e incluso algunos agricultores añaden que ya hasta nos falta la tierra.

Esta lucha cotidiana con las fuerzas naturales para asegurar el sustento del hombre fue el origen del hecho religioso, de la admonición a la divinidad, y muchos se acuerdan de las antiguas rogativas, de las procesiones, de los santos y las vírgenes protectoras que han quedado en el olvido.

Los que hemos sido monaguillos todavía recordamos esas rogativas que cada año se llevaban a cabo en las fechas señaladas, hubiera o no escasez de lluvias. El maestro nos daba permiso en la escuela para ayudar al cura a llevar la cubeta y el hisopo y bendecir los sembrados y los pastos desde los cerros.

Ahora en los pueblos ya no quedan monaguillos, ni curas dispuestos a rogar y procesionar por los campos. Ya no quedan apenas fieles en condiciones de seguir sus pasos por los caminos. Ya hasta es difícil encontrar cuatro buenos mozos que puedan cargar con las andas y la imagen de un santo o de una virgen arriba y abajo.

Queda la sequía, como siempre, el ciclo que se repite, o tal vez ahora sea peor con los costurones del clima a los que nos condena el cambio climático. Queda la sequía en primavera y la cruel aspereza del verano, la esperanza del otoño frente a ese ciclo seco que ahora parece haberse abierto y que se cierne siempre como una negra amenaza.

Queda en el aire la ausencia de ese ruego, a todos los santos, y la bendición final.

Por nosotros que no quede. Vamos a recordar y repetir nuestra súplica:

“Concédenos Señor, la lluvia necesaria.

Tú que cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces de gran manera. Los canales de Dios están llenos de agua y preparas a los hombres su alimento (salmo 65,10).

Dios todopoderoso, de quién depende todo nuestro ser,

Concede a nuestros campos la lluvia necesaria, actividad y vida,

A fin de que, asegurado nuestro sustento diario,

Podamos, con tranquilidad, buscar los bienes eternos”.

En la actitud ante la sequía también existe una gran diferencia entre las expectativas de los productores y los operadores del mercado de materias primas. Los especuladores de las grandes compañías del sector llevaban más de cinco años rezando para que ocurriera algo que acabara con la tranquilidad de los mercados y esta sequía ha venido a satisfacer todas sus peticiones.

Hasta ahora todas las expectativas de mercado jugaban con perspectivas bajistas en los precios y nuevos récords en el abastecimiento y almacenamiento de grano a nivel mundial. Ahora en los ámbitos internacionales se especula con el alcance de esta sequía que no está afectando solo a los países del Sur de Europa sino a todo el continente, de una u otra manera.

Nadie se atreve a hacer previsiones de cosecha pero en los despachos de los operadores se juega con descensos superiores al 20 por ciento en la producción cerealista de la UE si la dinámica del clima se mantiene en los mismos parámetros en los meses de abril y mayo.

La respuesta inmediata ha sido un aumento de las cotizaciones en el mercado nacional, ante la más que previsible fuerte caída de la cosecha y también la situación de los estibadores que no termina de resolverse y ha aumentado los costes de los fletes del grano de importación.

No obstante, ésta no es más que una posición coyuntural de los operadores desde Chicago o Rotterdam. En cuanto se acerque la época de la cosecha los comerciantes no querrán ni oír hablar de subidas en los precios al productor.

Volverán a contarnos que el volumen de grano almacenado a nivel mundial se encuentra en récords históricos, amenazarán con compras masivas en el mercado comunitario o en los países del Este o de América del Sur y con la anuencia de los responsables de la Administración, nacional y comunitaria, los precios pagados al agricultor repetirán o, como mucho, aceptaran una subida de un centimillo para no dar más argumentos a las quejas.

Pero que nadie espere que se pueda compensar vía precios el descenso, ya inevitable, en la producción.

Por todo ello, es fundamental que desde los diferentes sectores implicados se tenga elaborado un marco extenso, claro y preciso de actuación ante la sequía. Habrá que insistir en medidas urgentes como la mejora de la financiación en los créditos de campaña o la compensación impositiva, y en medidas estructurales como la implantación de técnicas de cultivo y variedades ahorradoras de agua.

Todas estas medidas deben ir destinadas a garantizar la próxima siembra, a conseguir que ningún agricultor o ganadero cierre su explotación por las pérdidas ocasionadas por la sequía; lograr que ningún joven que tuviera en marcha un plan para su incorporación a la actividad agraria dé marcha atrás.

Aunque para eso, como para atraer la lluvia, también haga falta ayuda divina.

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